Graciela Rojas, la incansable trabajadora por los derechos de las mujeres presas tiene mucho para contar desde sus libros y sobre la acción constante que lleva a cabo en las cárceles. Cada derecho ganado suele complicarse y lo obtenido a veces retrocede. Aún así va sentando bases para las generaciones futuras, para que se visibilice a través de su oratoria escuchada y presentada tanto en el país como en Chile o Uruguay.
LA AUTORA
“Soy del Abasto, de cuando había carreta y mercado y que ahora es la Plaza Libertad. Hice la primaria en la Escuela Juana Manso a la que llegábamos caminando con mi hermana. En ese momento era una escuela destacada, con programas especiales. El secundario lo hice en el Consejo de Mujeres, que después pasó a llamarse María Bicecci. En aquel momento tenía cierto prestigio y un nivel por encima del promedio que fue bastante innovador, porque tenía las primeras escuelas contables para mujeres. Me recibí en 1966; de esa generación aparecieron las primeras mujeres que salían del secundario sabiendo contabilidad, un hecho que rompía varias estructuras porque corría ese pensamiento de que solamente el hombre podía amasar fortunas y manejar las economías. Inmediatamente empecé a trabajar en una financiera y a estudiar abogacía”.
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